sábado, 25 de junio de 2016

Paseos con Lucía.


Por las mañanas: tu eres la primavera


A Lucía Censi
No camino solo, me acompaña el murmullo de tus recuerdos. Ha sido todo tan mágico y breve, tan súbitos los enlaces, tan pletóricos los misterios. Sólo han pasado unos segundos y me lo has dicho todo, al mirarte me he visto en ti, al ver  tu pelo dorado me he precipitado en su luz, el sentir la melancolía de tus ojos he visto que eran los míos, que por ellos he visto el color de las auroras, el verde de los prados y el devenir de los días. Ellos son los que he tenido siempre en el recuerdo y hacía siglos que los esperaba. En un tiempo lejano fuiste parte de mi cuerpo, la que me acompañó en los viajes del sueño y se perdió en la Cólquida o más allá de los Urales.

Los cabellos del río                  
Hicieron  de la noche                             
Una mortaja.     

En la oscuridad de los tiempos tu sombra me cubrió la cara por un instante y la noche de Lilit vino a mi y me dijo: -" ven, ¡amor! ven a mi cama-

Una memoria antigua me decía que escuchara sin recelos, que tu eras de luz y no la Gorgona de los ojos oscuros.
¡No, no, que le castraras! -le decía Gilgamés a aquel reclamo seductor.

Me quedé sin palabras en el lecho y sólo pude respirar tu aliento con fuertes bocanadas: una y otra vez hasta quedar rendidos. 
Tu fuiste más fuerte, tenías el vigor del día y apuraste el baso tres veces. Yo sólo pude susurrar...

Cómo respirar hoy             
Si el viento no trae
Perfume de nardos.

Una inmensa gruta absorbió mi memoria, la hundió en el pasado límbico donde el recuerdo se pierde en el laberinto de las emociones. Entrar en la gruta envuelto en una mortaja de seducciones.
Te decía: todo lo que tengamos que hacer ya lo hemos hecho, tu eres Medea, mi salvadora, mi calabozo fatal ornado con dulces recuerdos. Tu eres Calipso, la que me dio el amor y la libertad, eres Beatrice Portiari y la sombra de Eloísa.

   
Lucía Censi: la de las piernas de roca, los pechos de niña y labios de frutas frescas. Qué pasiones llegamos a vivir, que horrores nos acompañaron en aquel fatídico viaje: hoy sólo se pueden rescatar en el regreso a rincones ocultos de la memoria. Ahora nos reencontramos y tus labios me buscan, tu sexo es el mismo, un manantial cálido de jugos estelares. Lo reconozco, es el que dejó una llaga en mi memoria y no he podido restituir nunca. 
Hoy tus manos se dan en la caricia, tu cuerpo se abre como la primavera, pero tus nervios están alterados y no tienes la calma de otros tiempos. Sólo puedo decirte: serena tu corazón y libera la energía que ahora se encadena en una nueva realidad.

Añoro del sueño
Las fuertes piernas                          
De aquel mañana.             


Una aguja de luz abrió el cielo y los recuerdos volaron como estorninos. El vientre del horizonte se rompió el color del día me regaló un instante de paz y tu has venido como un remanso de calma. Unos pezones rosados y tensos se han posado en mis labios y han dejado caer unas gotas de dolor dulce, sedante y protector.

Con alfileres                                
Sus pechos de madre
Se desangraron.

Te sentías extraña y complacida dentro de tu esbelto cuerpo; en él eras el flujo de un sueño húmedo y placentero. Tus manos temblaban, tu voz se apagaba en el cuenco de las manos y las esperanzas y sueños llegaron a la ciudad de Kazan. Allí está el nudo de otro sueño: en la torre resuena el grito de la princesa Suyumbike, la que se arrojó desde lo alto por desamor: ¡o por amar demasiado! 
-Necesito la distancia para hacerme un espacio protector.- 
Con fuertes respiros bebo su aliento, una y otra vez recibo el aroma de su boca, los desaires de su pecho. No es nítido ese sueño: quizá busque la verdad entre las sendas de los Andes o en los desiertos y selvas lejanas de África.

Busco recuerdos                                     
Canción del ruiseñor   
La bella noche.



En los preludios de la partida se acariciaba la cintura con suavidad y se amaba con devoción permanente. Su cuerpo de náyade se cimbraba con los requiebros del viento y su mente se alejaba más allá de los Urales. Sus alma se balanceaba melancólica y dulce como los ríos en Siberia y en los instantes de gozo se transformaba en un cauce apasionado, en un torrente de flores silvestres.
Cada día dedicaba varias horas en maquillarse, cuidarse y disfrutar con sensualidad sus propios sentidos pero en aquella ocasión se puso zapatos altos, aretes de oro, collar de ornamentos vegetales y los labios de violeta. Se preparó para sentir los aromas orientales y decir adiós a los amores prohibidos. No tuvo el poder para controlar sus emociones y renunció al camino de los espíritus que navegan hondo. En la estación de Kazán, encontró en el suelo un relato que describía otro sueño, el mismo que vivió aquella mañana muy lejos de donde estaba. Lo firmaba otro Lucía Cency, escrito todo en un papel de hilo festoneado por una línea color café. El viaje se hizo en un arrebato de pasiones descontroladas, un silbido de lienzos y rumor de enaguas: los trenes empezaron la marcha y el lecho se hizo placentero con los dulces envites del amor.


Mil años pasaron
Y nos encontraron 
Entre jacintos  

Ante el espejo de una bola de ónix miraba sus ojos y veía en ellos la profundidad del cielo, la fuerza imparable del amor. Yo pensaba que el jugo de sus labios me alimentaba y que era un elixir que me ayudaba a mantenerme eternamente joven. No fue así y mis silencios aumentaron a partir de aquel día. Ahora sólo me queda pasear acompañado con su recuerdo y destilar lo que siento entre las flores silvestres.


La conocí por casualidad y pude observar el profundo ser que se ocultaba bajo su rostro. Fue un día de alegría, cuando contempló emocionada un río carmesí que se deslizaba por la imagen que proyectaba. Se subió en la alfombra de las estrellas, en un estudio fotográfico se abrió las puertas de la fantasía. Le llamó la atención aquello de disolverse entre aplausos, hacerse inmortal en el luminoso suceder de las miradas ajenas. Allí constató el poder misterioso de la imagen y la fuerza de sus proyecciones.
¡Fue el inicio de todo!

Entre los años
Nacieron las flores
Del camposanto. 
   

Miró de frente el sol radiante de los flashes; durante varias horas contempló sin parpadear su imagen glamorosa. Se sintió el centro del deseo, la luz de la esperanza, el perfume destilado de universos misteriosos. Por un instante fue la espuma dorada del mundo y su belleza quedó registrada en las láminas del secreto

Así continuó un viaje creador, un sueño de reflejos excitantes y en muy poco tiempo agotó todos los caminos que presentan los sentidos, uno a uno los fue borrando hasta quedar envuelta en una luz crepuscular, en un acto de resurrección.

Sola quedó en el rocío del aire…
¡En el leve rumor del río



Salir de las caricias, de los lazos del encuentro, de los besos en el alma con la luz de los ojos: ¡uff! todo aquello era un desprendimiento de sensaciones. En ellos se daba la consumación del destino, por este motivo no dejaban el pensamiento en libertad ni un instante. En aquel cruce de caminos los cuerpos quedaron unidos, los ojos uncidos y fijos al rostro y un calor intenso entró por la palma de la mano hasta quemar los pensamientos.

Por la mañana
Inició el retorno
Del argonasuta  
                                          


No nos permitimos ninguna reflexión que no fuera el fruto liberado de los impulsos, la luz de los ojos, el murmullo de la boca y rumor de los oídos. Teníamos presente que esos eran los únicos sensores de la existencia y dentro de ellos fluía el recuerdo perdido como un manantial eterno...

Ella me cabalgó dos veces, quizá tres: perdí el cuento. Después se asustó como una niña, sus manos buscaban la firmeza del cielo, sus piernas caminaban en círculo y su boca encontró las palabras olvidadas. ¡Qué hemos hecho! 
Le contesto. - Nada que no hubiéramos hecho miles de veces, no ves que eres el eslabón de siempre, mi cadena de los tiempos...-                   

Seguí caminando cada mañana y la luz de la primavera me trajo pequeños retales  enlazados al recuerdo: agradecido le envié unos versos con una métrica fija.
Lucía, la de los bellos senos, la de los labios de almizcle y piernas de jacinto: aqui te espero con una brasa caliente.
Después le digo:

En el pasado  
Un ruiseñor cantaba
Entre tus dedos.
             
Lucía la bella                  
me cubrió el cuerpo
con sus cabellos

Los recuerdos                                     
canciones de alondra   
vive la noche.

Mil años pasaron
Y nos encontraron 
Entre jacintos


Por las mañanas 
Se iniciaron los juegos                    
Interrumpidos

Por confusión
los cangrejos del río
Enrojecieron

Los cabellos del río                  
Hicieron de la noche                             
Una mortaja.     

Cómo respirar hoy             
Si el viento no trae
Perfume de nardos.

Añoro del sueño
Las fuertes piernas                          
De aquel mañana.              

viernes, 24 de junio de 2016

Lupanar


Lupanar




Ventana del asombro. Ensayos en el inicio del camino. 2008-010
Lupanar

Me lo narró todo en un estado de confesión, todavía excitado y con una sonrisa incipiente en la comisura de los labios… Por mi parte soy indigno de su confianza al relatar los hechos aunque sea de manera sesgada y omitiendo lo más escabroso. Por lo tanto, arrepentido y pesaroso dejo también un registro repugnante de mi baja ascendencia humana. No me perdonaré nunca haber profanado su palabra, pero ahora estoy necesitado de espacio mental; tengo que sacarme estos lastres del pensamiento para que entren aires nuevos... ¡Es cuestión de sobrevivir!

A los doce años se fue a Zaragoza, deambuló por el Tubo durante días hasta encontrar la mujer del placer que presentaba la máxima semejanza con Lucía; buscaba con fervor a aquella que tenía encajada en la memoria. No la encontró y se tuvo que conformar con un ligero parecido.

La miró frontalmente y le dijo con aire imperioso:

⎯Vamos…, pero con la condición de que no hables ni una sola palabra; ¡si dices algo no te pago!⎯

A ella le debió hacer gracia aquel tono altanero en el rostro lampiño de un zagal. Seguidamente llamó un taxi, se acomodaron dentro y al instante arrancó con chirriar de ruedas. Sin que mediaran palabra tomó el rumbo; el taxista conocía muy bien el destino. Ya en las afueras de la ciudad entraron por caminos de tierra bordeando los brazales y las cañas secas. Al final llegaron a un caserón oscuro, no tenía luz eléctrica y las estancias se alumbraban con grandes cirios y bujías de carburo.

El olor de la estancia era una mezcla indecible de fermentos en acción, todo quedó grabado en su mente como en una plancha de cobre.

Según las instrucciones de su catequista y las imágenes que le había mostrado de un libro oscuro (Le dijo al oído que era de Dante el alegre…¿?), aquella casa era el lugar de la destrucción del alma...

Pensó en un intervalo sin medida, se sumergió en la duda eterna y la resolvió al instante; había llegado hasta allí por motivos imperiosos y no estaba dispuesto a ceder por más que su espíritu se abrasara en el infierno como una mariposa lo hace entre las llamas.

La entrada del caserón ya era la reproducción del averno. Él se precipitó en aquel lugar sin desmayos; en un segundo ya estaba dentro y no podía, no sabia, no quería echarse atrás. La sala era espaciosa y el suelo estaba cubierto de paja dorada. Antes había sido el lugar para las mulas, ahora era un lupanar para aquellos que no podían o no querían pagar la habitación y menos aún las sábanas limpias. En los muros de tierra y desconchones de cal colgaban algunos espejos y aquí y allí se exponían lujuriosos los calendarios de los camioneros. Al fondo se abrían dos corredores: a la izquierda subía una escalera y a la derecha un pasadizo que daba acceso a varias alcobas. La sala de entrada estaba ocupada por tres parejas, una de las tres impresionaba mirarla. Un hombre corpulento, calvo, desnudo, con los zapatos puestos y los pantalones caídos; ¡era el híper-retrato carnal que muestra el teatro del mundo! Allí estaba la imagen de Satán ensañándose con su víctima.

⎯ ¡Imponente, solemne como un guerrero!⎯

Así me dijo… Bien trabado y tensado en todos los extremos, atado con invisibles cinchas de cuero y fuertes tendones adiestrados en las faenas del campo. Sujeto con los brazos peludos y centradas las ingles, descargaba sus envites como lo hace un caballo. Lo hacía sobre un cuerpo menudo, con los pechos pendolones como los de una cabra primeriza. Ella tenía formas curvas, cabellera rubia, estaba bien peinada y con una rosa roja engarzada en una diadema de latón con ribetes de corona. Lo que más impresionaba era ver como se balanceaba con los empujes; ¡iba i venía como un ariete contra una muralla!

Para rellenar la llaga que se estaba abriendo en su psique, la escena se multiplicada en los espacios especulares de la pared. Las otras parejas, más prudentes y buscando los rincones, hacían de acompañantes en aquel escenario de repeticiones infinitas. Aquello era un río lujurioso desbordado en todas sus riberas.

Expectante y resuelto dijo para sus adentros:

⎯ ¡Qué escena virgen santa!⎯

Pagó la cama y las sábanas, entró, cerró la puerta y miró atentamente como ella se desnudaba. En aquel momento se sintió el niño mojado de antaño y esperó a que ella lo desnudara. Lo hizo tranquilamente mientras le miraba con ojos candorosos y le adulaba sin decir nada. Lo cabalgó con dulzura, acompañado de besos y caricias abundantes; por un instante fue la suma de todas las mujeres que se pueden soñar en el diminuto espacio del instinto. Fue un encuentro que giró todos los valores del universo. Ella era el sosiego de la tierra que se abre para conocer en profundidad los designios de la creación. Realizó un trabajo profesional y no exento de amor; hasta tuvo un detalle que se escapa a la sensibilidad común de muchas mujeres. Él era virgen y se circuncidó de manera natural. Como todo fue tan relajado sólo le salió un poquito de sangre. Ella lo supo ver al instante y para no molestarlo, o para romper su promesa le dijo.

⎯¡Debes haberte cortado…! ¿quizá con un pelo?⎯

De repente dejó de ser un niño y pudo ver las cosas del amor con claridad. Las personas no pueden ser esclavas de los sentimientos, tienen que ser leales a la gravedad de lo que es importante, el amor, la confianza, la entrega y los soportes básicos de la vida, pero nunca quedarse sólo con la propiedad de la entrepierna del otro.

La fidelidad se evaporó con la imagen de la catequista y de la otra mujer aprendió que las cuestiones carnales no están necesariamente unidas al amor, son producto de la pasión y esta es corta de entendederas…

Salió de allí renacido y desde entonces se dedicó a los amores placenteros y a cubrir tantas hembras como pudo, tantas como ellas desearon ser cabalgadas…

Aliento



Susurros en un agujero 2004. Acción: María Cavallé, Tarragona.

Aliento

Con mirada penetrante y aflicción en el pecho, Lucía contempló por la ventana los colores del alba. Al otro lado de la calle llegó el frío con la caída de las sombras. Recostado en un pórtico, Jacinto José la observaba con ojos suplicantes, tembloroso e inmóvil.

El aliento de Lucía tejió un velo húmedo sobre el cristal, sobre su niebla escribió con el dedo lo que extensamente ya se habían dicho:

−¡ante la tierra… estamos solos! −

Jacinto José dejó ir entre las manos un susurro terminal y resignado. Libremente sopló en su hueco un quejido inaudible, aliento que dejó vacía su mente e inactiva su médula espinal; lamento informe que Lucía guardó hasta el final de sus días.

Con desvelo conservo la piedra donde se encuentra;
¡es mi dolor, es mi tesoro!
…sonaja que espero entre suspiros…

¡En ocasiones pienso que por la luz de los ojos pudo haberse liberado!




Soy su voz






Siempre confundido entre pensamientos.

Soy su voz

Nos encontramos en el meridiano de los relatos y solo tenemos dibujado el marco del encuentro, todavía no ha pasado nada; ¡igual no había nada para contar! Es hora pues de introducir elementos perturbadores: el desdoblamiento, la ruptura de la identidad del narrador y el cambio sutil de los horizontes.

El Chacal piensa en lo sucedido y dice en los apuntes del alba...

-Por sus acciones soberbias, por el sacrificio apasionado que despliega, por el valor que representa en la estética del dolor, hablaré unos días por su boca y haré de su vida los soportes de la mía; ¡seré su voz y sus ojos!
Me pregunto y nunca encuentro repuesta, ¿de donde saca tanta fuerza umbría, de donde extrae la energía para sobrevivir con un cuerpo tan debilitado?

Quizá la absorbe de los que le acompañan en el calvario.-

Es cierto, los que pasan por su lado se ven sometidos a una fuerte depresión, se quedan vacíos como un molusco, desganados y reptantes. Pero ella, parece que se aviva en la desgana. Con qué fuerza irradia la oscuridad de la noche, con qué pasión absorbe la tragedia de los demás, con qué serenidad sobrelleva la agonía y la viste de dignidad.

-Al mirarla comprendo todos los pozos oscuros y todas las luces del fondo emergen en armonía; ella es otra desterrada en la noche, fruto de la traición de la vida. En ella la tragedia es el dulce lodo donde se disuelven mis años, donde transita la existencia y se desgranan los días.-

Yo te contengo
Como mil caracoles
En la espiral

-La belleza dramática que presenta su rostro es el espejo donde me miro y observo que en él se descubre el drama del mundo. Su reflejo aberrante es la fuerza brutal que imprime la vida, el valor dislocado y la pasión desmedida que engendra la materia. Puedo afirmar que el ardor de sus gestos son ejemplares y que su boca pronuncia palabras que abren las puertas de la noche.


Observo que antes de poder contemplar una cosa similar ha sido necesario acumular miles de años de sufrimiento. Contener en la memoria la fisonomía de las heridas y fijarlas en las diminutas llagas que forman los ojos. Es la pátina impresa en el iris, la textura para hacerlos dolientes, para que formen los espejos del trasiego envenenado de la vida y lleguen a mí con sosiego ejemplar.


Día tras día se ha grabado en el rostro el rictus del terrible misterio y en la mente se ha construido lentamente el córtex del dolor. Así han sido ensayados los tiempos para construir esa mueca inquietante, ese viento sombrío que respira su mirada, esa congestión del rostro que hace que aquel que la mira quede derrotado y frío al instante.

Con qué insondable pesar transitan sus manos sobre la congestión delicada de su cuerpo y con qué desgana muestra su aflicción el movimiento de sus caderas.-

!Casi no se puede soportar cuando ella dice!

Entre mis dedos
Rebotan alaridos
De madrugada

Y replica el Chacal…

-Ante esa desventura quedo enamorado de Lucía, especialmente seducido por sus palabras inaudibles, sus silencios hirientes, sus murmullos ininteligibles. Ella canta su desventura, lo hace a capela con el viento, con las sombras de la noche, en los estribos del alba. Todos sus pensamientos están contaminados del recuerdo del Ausente, todas sus voces son el eco de un tiempo inanimado. Mis oídos están atentos, mis manos toman su rostro, atraigo su boca y capturo su aliento, lo absorbo a bocaradas plenas, si es mortal moriré con él, si es salvífico viviré un instante, ¡tan sólo por un instante!-

Así habló con voz tomada. Lucía contestó para dejar su testimonio y dar a entender que estaba al tanto de lo que pasaba al rededor suyo, pero su pensamiento sólo era la voz de las sombras; ¡no se entera de gran cosa!

Solita vengo
Soy flor de camposanto
Para mi amor

Él sigue el vuelo del moscardón en forma de acosador, ahora la presa es débil y no puede escapar, a su vez le conmueve la ternura hacia ella…

-En ocasiones sus metáforas son ejemplares, descarnan mi vida y la dejan vacía de contenidos. Sus pasiones colocan al ser en una atalaya que nunca podré escalar. Sus palabras configuran la entrega del mensajero, la confirmación de la verdad expresada con el aplomo de las montañas y sus halagos trasparentes son como fruta fresca en la boca. Su voz es regia y poderosa; delata la nimiedad de mi condición de hiena. Es tan alta su posición en la entrega amorosa que a su lado soy una roca enjuta, un rastro que se funde en la arena del desierto. Ante su resplandor espiritual me encuentro empequeñecido hasta limites indecibles y si sueño en poder alcanzarla, pienso que tendré que disfrazarme con las flores de mirto.

¡Es una percepción que me pesa en el cuerpo como el plomo, pero en la mente se hace liviana, seguramente egoísta e interesada! Me gustaría decirle al oído…-


Tus ojos ciegos
Son ríos luminosos
En la barranca

-Hoy me ha examinado y tocado la espalda, con el índice la ha reseguido minuciosamente, trazaba líneas horizontales y descendía; ¡seguía un orden admirable! Con la yema de los dedos descifraba todos los misterios escondidos bajo mi piel, para ella no hay secretos dentro del cuerpo del otro. Se entiende que la tragedia le ha traído cualidades especiales acompañada de la sabiduría de los ciegos. Rápidamente se ha dado cuenta que mi espalda es una réplica del pergamino de la lujuria. ¡Lo ha entendido y olvidado al instante!


Sus plegarias están colmadas de peticiones no atendidas; ¡no pueden estarlo! Son cenizas del pasado y en el asombro de sus mejillas se leen los versos del mal. Los susurros que nacen de sus labios son caricias hirientes en sus manos, coplas trémulas en su voz.

Cantando y coreando estos versos, su voz muere lentamente…-

Secos los ojos
Como las madreselvas
Se tapan solos

Ella gozó en el rostro del resplandor natural de las orquídeas, de la gracia de las semillas fértiles y en sus buenas horas, de una excitante sensualidad que se estremecía voluptuosa entre las caderas y los pechos. Era como una simiente que crece en el pensamiento, asciende lentamente y lo tiñe todo de colores y placeres sublimes. Sus amores eran tan lujuriosos y bullangueros que el vecindario lo celebraba con fuegos artificiales y mi querido compañero Jep Cerdá, el que recoge el efímero patrimonio sonoro de nuestro tiempo, tenía el proyecto de grabar en alta definición aquellos maullidos de placer, recoger los resuellos del goce en el lecho nupcial y dejarlos en el recuerdo colectivo junto a estos relatos.

Fue un deleite
Beber almohadones
De la lujuria

Se comprende que en esta situación tan dolorosa el Chacal, ahora ya transmutado en el amante de arrayanes no tiene ninguna posibilidad y en su momento se verá la solución. Ahora él adopta una posición ambivalente, iniciadora y anticipada, canturrea en medio de la noche para salir de un tema tan complejo y angustioso.

El alba apunta un nuevo día: oculto todavía, el sol dibuja una línea de luz en el horizonte y deja un sutil rastro de esperanza en el telón del cielo.

jueves, 23 de junio de 2016

Lucy, la abuelita












Reconstrucción de Lucy. Museo Nacional de Historia Natural en Washington D. C.

Lucy, la abuelita

Luz de los ojos era el nombre de la abuelita ancestral de Nsasi, así la llamaron los que la conocieron en aquel reverbero del sol. Fueron pocos los allegados que se sintieron dentro de ella , alguno pudo lactarse en sus mamas turgentes, otros yacer más tranquilos y tener hijos, pero no supieron nunca que copulaban con una de las hembras más famosas de la tierra. Ella tampoco se hizo notar, se encargó de criar a sus hijos, de alimentarlos y enseñarles todo lo que necesitaban saber en la vida. Murió muy joven pero ya había sido madre en varias ocasiones.

Los que la encontraron dormida no sabían la importancia espiritual que desprendían aquellos huesecitos fosilizados.

Ahora relato mis filiaciones e intuiciones sobre ella, lo hago para desvelar mi propio misterio; una de las páginas más asombrosas de mi familia.

Su Vida

E n su momento Lucy se llenó los ojos con la luz del sol y quedó extasiada con la belleza del mundo. Se acercó a las aguas del lago Turkana y en sus reflejos se vio hermosa, con la juventud arrogante y su futuro incierto. Estaba soportada por piernas bien torneadas, tenía bien formada la cintura y abultados pechos de madre. Se dispuso a entrar en el agua para verse de cuerpo entero y sin pretenderlo descubrió su condición de hembra. Se inclinó ante si y vio con estupor como por la mandorla de su vientre nacían sus hijos. Los engendraba a centenares y se replicaban con la misma fuerza. Por aquella grieta asombrada salían ensangrentados y vibrantes a tomar el aliento del primer impulso. Al constatar como lanzaban su primer alarido descubrió con estupor el desamparo que lleva la humanidad en los vacíos de su mente. Con el incipiente dibujo que aparecía en sus rostros advirtió una cadena infinita de malos presagios. Constató como se veía entre ellos y como se reflejaba su alma en los espejos del mundo, así evidenciaba su propia agonía. Se asustó al ver como sus hijos se reconocían en el sufrimiento, aprendían de las heridas y llamaban a las puertas del misterio para solucionar la incertidumbre. Sin alaridos, gestos heróicos y cantos elegíacos, no podían aceptar los enlaces naturales de la vida. Para colmo los vio crecer uno a uno y tomar los caminos más dispares. Tan distintos eran los paisajes mentalesque festejaban sus hijos, la confusión de las lenguas y las miradas divinas que en poco tiempo no se reconocían los unos con los otros; ¡se enfrentaban a muerte como si fuesen extraños! Lo hacían a sabiendas del mal que producían; se negaban a ver las semejanzas y expresamente ponían todo el énfasis en las diferencias. Movidos por la codicia empuñaban el cuchillo y se lanzaban a muerte con saña inaudita. También vio que así eran las cosas humanas, era la manera fácil que tenían para regularse y tambien tenían que hacer alguna cosa para salir del hastío. La verdad es que practicaban el genocidio por imponderables del destino. Como un vicio cotidiano se inventaban los conflictos y alimentaban las sementeras del rencor hasta enfermar el corazón; ¡eran bestias sin remisión alguna! Vio como se sucedían la guerras, las masacres, los exterminios, y al contar los millones de muertos, constató como se apilaban en su mente igual que granitos de arena; ¡todos eran hijos suyos y los reconoció aunque habían perdido la razón de su madre! Al ver el sufrimiento que acunaban sintió un escalofrío y eso detuvo su corazón; allí terminó su vida.

El hallazgo
Era un día ardiente de 1974. Los arqueólogos que la encontraron quedaron asombrados, “petrificados” y colmados de alegría mientras por el transistor escuchaban una canción de John Lennon "Lucy in the Sky with Diamonds". Apareció en el fondo de una barranca en Hadar, Etiopía y desde entonces su gloria no ha dejado de aumentar; yo la llevo presente siempre, colgada de la pupila como un relicario apócrifo.

El revuelo que creó el hallazgo fue asombroso, sus restos revolucionaron todo lo pensado sobre la historia de la humanidad pero ella ni se inmutó. En silencio tenía memorizadas las preguntas y las presentaba como el muftí de los limbos. Su pensamiento disfrutaba del don de la eternidad devenida en piedra y su labor se manifestaba por los sutiles dispositivos que la vida deja grabados en la materia. Su identidad genética sigue siendo un misterio; cada día afloran parientes disparejos, de la tierra aparece una familia de promiscuidades genéticas sin límite; ¡yo estoy entre ellos!

Durante miles de siglos Lucy esperó el encuentro con su destino y constató con asombro que era el mismo que el nuestro. Le aterrorizó ver con sus ojos pétreos, que era la causa involuntaria de una especie que estaba condenada a devastar la faz de la tierra. Prorrogó el sueño hasta encontrar la señal inequívoca del juicio del tiempo, pero este signo no llegó a materializarse hasta el día del encuentro. En ese extenso período cambió miles de veces la dirección de su pregunta, dejó de pensar en las certidumbres, abandonó los deseos, se liberó del pecado y se dispuso a llamar a la puerta de la eternidad pero nadie le pudo contestar. Sólo un rumor inaudible, un remanente impreciso que emergía del carbono 14, de la bioestratigrafía y el paleomagnetismo, entre otros, daba cuenta de lo que había sido su existencia. La verdad es que esperó dormida un gesto revelador entre los restos calcáreos, allí acechó 3, 2 millones de años hasta que Donald Johanson la encontró y la metió en una caja fuerte en Adís Abeba en Etiopía; ¡allí sigue dormida!

El parentesco
La presentaron como la abuela de la humanidad y eso me complace ya que la hace más mía que nunca. En su día la senti como familia directa y le dediqué un pequeño templo ”La capilla turkana”. Lo hice para mantener su memoria viva unos cuantos siglos más, para hacer énfasis en su condición mineral, para humanizar un concepto que llevaba silente millones de años y de esta manera darnos tiempo para vernos complacidos en ella. He de confesar que mi orgullo creció cuando la conocí directamente, no me importó en absoluto que un pariente lejano tuviera un cerebro de sólo 350 gramos. Ahora mi presunción nobiliaria ha aumentado; Lucy es una de las mujeres más famosas del mundo pero sigue esperando paciente el desenlace del parentesco. Espera también que el periplo de locura que sigue la humanidad no aumente. Si llega el caso está dispuesta a desentenderse de mi y de vosotros, así de seco es su carácter.
La mayor proeza que se le conoce fue la facultad que tiene para llamarnos desde el misterio que desprenden las piedras, ella es la voz del tiempo que se expresa en el corazón de la materia, no obstante nadie consigue escuchar con claridad su plegaria, nadie mira con atención el brillo opalino de sus ojos. Ella habla con el rumor de los cantos de río y ahí he puesto la atención para saber de ella. Ahora estoy un poco confuso, me he quedado sin ejemplos claros para poder explicar como lo hace, yo tampoco puedo transcribir su voz aunque hace años aprendí su letanía; En Castellvell cavé un pozo hasta encontrar un fósil que hacía millones de años que me esperaba. Sin razonamientos y con la confianza puesta en mi instinto, estuvimos charlando durante horas. Ahora pienso que la aportación a la paciencia humana fue incalculable pero no he sabido transmitirla. Sólo en la Capilla Turkana y en alguna de las ocultaciones dejo su súplica. Es una invocación interior que demanda ser escuchada con los poros de la piel, una palabra muda que interroga, igual que la que encontré en el fósil. Para mí supuso una inflexión elevada en la comprensión de la vida. Ahora me precipito en su camino; ya me siento casi fosilizado.

De aquella voz mineral, de aquel suspiro interior no ha surgido otra cosa que los juegos de palabras que maneja los paleontólogos, en fin; ¡señuelos para el pensamiento! Controversias que encienden pasiones, inflaman las homilías de los teólogos y justifican los discursos políticos de los que necesitan presumir del gen de Dios. ¡Trampas para el espíritu! Hasta ahora no ha salido nada revelador, nada excepto estas palabras que no tienen otro destino que el de ocultarse en el alma de una piedra y dormir allí para siempre.
El otro día la vi, estaba en una vitrina y me identifiqué con ella más que nunca, permanecía serena y solemne, como una roca inmensa que mira por la ventana. Su alma sigue invocando la luz de manera imparable. Estaba silente y miró sin verme; en realidad sólo puede ver la eterna razón que iluminan sus ojos minerales.
Lo curioso es que ella sigue lanzando gritos inaudibles y arroja sin cesar hijos al mundo; desde dentro los llama por su nombre y los expulsa con amor.
Lucy es igual que Gea, en realidad sólo ella puede ocupar ese sagrado lugar… Con el tiempo, ese nombre se ha devenido en Lucía y su significado ha sido una revelación para muchos de los relatos que he publicado en este blog. En ellos se muestra dolorida, mimetizada en el sufrimiento y reveladora de la oscuridad. Cuando Lucía se encontró con su condición natural, su alma de piedra, tembló de congoja y se ahogó en sus propias lágrimas.

El Ausente



El beso de la muerte, Cementerio de Poblenou, Barcelona. Fotos: Andria Gergiou
El Ausente

Ocurrió aquella noche de luces asombrosas y tinieblas agónicas; un rayo entró en su vida y trajo un suceso que no se olvidará nunca! Las contingencias fueron funestas para él y para los que estaban a su lado; ¡sigiloso y terrible, el final vino al encuentro sin apelaciones! Se desplomó en el suelo sin resuello alguno, inesperadamente tomó el camino obligado por el destino y topó frontalmente con la muerte. Ella silbó el aliento de un instante que huye y se llevó su alma y su pensamiento sin mediar palabra. Su mente se ocultó detrás de una mancha oscura, su cuerpo dijo basta y así quedó confundido con la nada. En aquel instante se aflojaron todas las tensiones y sus articulaciones se desplomaron en gravedad libre; ¡no pudo dar ni un paso más!

Para él fue una partida súbita y podríamos afirmar que placentera pero dejó un reguero de dolor e incertidumbre en derredor suyo. Todo pasó en un instante, unos segundos de vacilación y angustia que para los vivos que lo asistieron bien pudo ser una eternidad.

Ese intervalo breve es determinante en la vida de cada persona, pero en su caso ha traído la leyenda del duelo ejemplar, lo ha convertido en ceguera, en pasión dislocada y en la estética del sufrimiento. Esta tragedia es la que ha suscitado estos relatos y por ello la hace destacable sobre las demás. No es la única ni la más angustiosa, tampoco es un consuelo para nadie pero sirve para señalar que la cosecha del dolor y la perdida es la que con mayor insistencia nos arroja la vida.

Su final tiene una parte consoladora, dibujó una marcha repentina, sin sufrimiento, inesperada y dulce. Fue tan rápida la partida que sólo dejó una manchita imperceptible en el suelo. De su boca se escapó un ¡ay…! y dejó de existir para siempre.
Sin abrir los labios llegó a pensar...

Entre luz-sombra
Me entrego al mundo
Y al olvido

Lo hizo sin dudar en lo que le estaba pasando y sin mediar una palabra con nadie; fue un acto diáfano. Sin duda señaló una marca evidente del final de la vida; sin apelativos quedó todo en su lugar con una fecha precisa: ( ). Esta fecha estaba señalada en el calendario del destino como el día que se inició el cambio hacia la cultura del desasosiego.
Se fue sin arreglar los papeles, sin despedidas sinuosas, sin alertas indebidas ni caras tristes y más todavía, sin dejar detrás un reguero innecesario de alaridos.

He empezado pues esta obra para fijarlo unos instantes, retenerlo entre palabras y honrar su memoria. Lo hago también para quitarme esa manchita que bien pudo formarse en la mente. Pero el curso de los acontecimientos va creciendo y una herida permanente se ha abierto y puede quedar en llaga incurable. De hecho, día tras día la friego con flores de mirto pero Lucía aumenta la gravedad con sus aflicciones, hunde su dolor en mi pecho hasta sentir como transmuta mi nombre. Estos relatos son pues un lenitivo para calmar el desasosiego que crea la muerte, su presencia da relieve extraordinario a la ausencia y se deja caer con saña en los momentos de soledad.

No puedo evitar sentir la plegaria del silencio...

Ya no respiro
Se hunden en el pecho
Tres mil puñales

Pienso que relatar lo que pasa entre las personas es abrir la puerta al nuevo día y dejar que por ella entren las auroras con la fuerza de tiempos renovados. Describir lo que nos pasa es darle forma al desconsuelo y crear la estancia de los aullidos para encerrarlos; allí descargamos todo el dolor aunque en el pecho siempre quedan remanentes.

Entender la muerte es fácil, para algunos es una circunstancia colateral, para otros un abrazo exterminador, pero en cualquier circunstancia ¡qué difícil es tolerarla y más aún consentirla!

Dice el amante de arrayanes…

-Le doy vueltas al tema y no puedo soportarlo, es como una brasa que quema las manos y no logro apagarla. Para mover los pensamientos escribo de manera obsesiva; las imágenes afloran solas, parece que son el fruto de una demanda que ha de ser atendida. Son los mismos argumentos día tras día se presentan. El mismo llanto que hiere los ojos, la misma melancolía. Las palabras surgen solas, se derraman por la boca, esta es una muestra de mi infortunio y quizá el oscuro contenido de nuevas realidades.-

El viento de levante relata los hechos-
Hablo sin boca
Te dicto versículos

Luces del alba

-No se que me depara la vida, noto como en el centro del pecho crece una herida, un profundo pesar que descubre el sentido del deber y me impone obligaciones, siento como el Ausente me hace hablar por su boca. Emerge ante mi un testimonio poderoso, una explicación que me deja desamparado, me pide lealtad y a su vez me llena de rebeldía. Un grito se escapa por mi boca, levanta las tumbas y hace repicar los huesos sobre tambores de duelo.

Les digo herido y hosco…-

Siempre mudos,
Quiénes son los muertos
Para reírse

-Me hiervo el corazón entre las contradicciones, todas me golpean en la sien y siento el desmayo súbito; el malestar me deja al borde de la derrota. Pienso que solo tiene sentido seguir si tomo el ejemplo del teófobo como guía. No obstante me atrae la llama curativa, el salto de salvación que repica en la mente. Medito sobre la muerte y deduzco que es depuradora de todas las quimeras pendientes y también la que finiquita todas las batallas. La muerte se ha convertido en un ventana oscura que contiene el significado de la vida; ¡ya empieza a ser condición permanente en mi obra!-

Callé en su día
Las palabras debidas
Tu las contienes

En los días de duelo todo se anima y hasta las piedras de muerte toman la palabra y cantan. Dicen los mármoles enlutados, los granitos penitentes; ¡las cruces del camposanto!

-Cómo esperaba experimentar una pasión así para asistirla, cómo añoraba encontrar la llaga del dolor para curarla, para lamerla hasta depurar el sufrimiento y convertirlo en llaga luminosa. Cómo deseaba beber de la raíz del sufrimiento y poder así aliviar la soledad del jardín póstumo; ¡tan activo por las noches, tan solitario y descarnado de día!-
Entonces le escucho en el aleteo de las tumbas y me obliga a centrarme en el relato.

Ya no soy nada
Suspiros en el aire
Que se consumen

Le llegó el beso de muerte en un momento plácido, después de “le petite morte”, ese espacio post orgásmico y genital donde se descarga la fuerza de la vida y un reguero de semillas buscan el encuentro con el destino. Un momento donde la melancolía apacible ayuda a marchar y la pérdida de consciencia sitúa al ser en un estado letal. Es el desvanecimiento amable que la mayoría de las personas experimentan en las experiencias sexuales.

Él aprovechó ese instante plácido para marchar.

Zumo de vida
Mi espalda se vierte
Como semillas

Se entregó sin despedidas y entró en el tiempo mineral en cuestión de segundos.

Soy de tierra
Lecho de crisantemos
En noviembre

Fueron los últimos pensamientos y los adornó con una imagen inaudita: invocó con el último aliento el "Festival de la Felicidad". En aquel instante, un homenaje florido se convocó en la estancia; como un holograma se formó una nube luminosa de crisantemos japoneses.

Lucía pudo verlo unos instantes, recogió los versos y la imagen en la escudilla de su boca y allí los retuvo para siempre, no los dejó marchar en toda su vida.

La Minotaura







Escucha atentamente, De la serie: La caída. Tarragona, 2011

La Minotaura
Era hija de familia sencilla y respetable, gozó de una educación cuidada y nunca tuvo motivos para revelarse contra nada. Afortunada en la distribución de vienes que proporciona el destino, disfrutó del amor de los padres y de la alegre compañía de muchos amigos.

Un día estaba en una fiesta, ya entrada la madrugada, entre bromas y algarabías alguien leyó su mano y quedó pálida al instante. Fue escueta en palabras: le dijo que vislumbraba en su vida un territorio inmenso, solitario y cercano. Era la noche de Santa Lucía, no conocía su reino y no prestó atención a los significados de aquellas palabras imprecisas. Por el contrario rió jubilosa, incrédula ante el giro del devenir, se retorció festiva hasta caer al suelo. Los amigos le acompañaron en la zarabanda y le pasaron el resto de un canuto que apuró al instante; después gritó con la fuerza de la juventud…

—Mi futuro lo gobierno a mi antojo, será un viaje interminable, ¡apacible en el gran pacto!—

Un día vislumbró ante los ojos una mancha diminuta y en el pecho sintió una llamarada inquietante. Era la señal de una bifurcación de la vida y se hacía presente de manera imperiosa. Aparecía en el momento justo, en el lugar exacto donde se esbozan los misterios del devenir. Una puerta terrible se abrió ante ella y no supo, no quiso o no pudo evitarla. La traspasó con el corazón limpio de una joven que se abre a la llama apasionada del amanecer; eso quiso pensar mientras lo hacía…

Ya poseída por su destino comprobó que sus sentidos eran la réplica exacta y directa del laberinto del mundo. Toda su complejidad se presentó de súbito enlazada en los recuerdos de aquella noche y ya no pudo salir de sus corredores interminables. Se vislumbró activada por los efectos de una realidad estimulada, su identidad estaba disuelta en un tiempo oscuro y remoto. Sentía la mente fragmentada en pedazos diminutos y dedujo que era la sombra indefinida del minotauro. Ella, la voz de la inocencia, se encontraba cautiva en la malla contrahecha y perversa de su imaginación.

Con la luz enloquecida de sus diminutos ojos pudo contemplar su nuevo rostro. Era un retrato en negro temeroso de la luz; ofrenda involuntaria y macabra del reflejo de la niñez. Su imagen le produjo un temor increíble y se recluyó en los corredores profundos, insondable y baldíos de aquel Dédalo virtual. Aterrorizada ante las tinieblas que proyectaba su mente exclamó:

—¡Abrigo el aliento frío!—

Por un instante consideró la angustia de la soledad, comprobó que en su interior estaban todos los abismos y en ellos se precipitaba de forma inexorable. El destino había volteado su carta de navegación en un instante. Ahora su mente era el escenario de su reino y sus manos no servían para asirse a nada. Vio como sus ojos desprendían sufrimiento y melancolía, suplicaban compasión ante el secuestro de si misma y se encendían como ascuas en la noche. Fue un instante de transición, de revelación clarividente y comprobó con amargura que el tiempo no tiene retorno; es una piedra que toma inercia en la pendiente.

Con furor giró el rostro hacia el futuro y todo su cuerpo se encendió de cólera: aulló de dolor por no haber sido advertida, por no haber atendido, por no haber comprendido el significado de una palabra, de un gesto. Nadie le habló nunca de los secretos del alma, jamás le advirtieron de la dirección de los sucesos. Ahora ya estaba herida, atravesada en la batalla y recluida entre sus manos. Sólo podía transitar corredores ilusorios y aceptar su aislamiento.

—…mi camino es un trecho de tinieblas;
mi padre no puede hacerme alas…

¡La luz me espanta la luz! —

Desde aquel instante allí se halla, encadenada a un mal que se ha hecho herida, fístula que ha olvidado el origen y perturbado la mente. La oscuridad es un muro de acero, es su blindaje y su hogar. En aquel fárrago trenzado de borrosos recuerdos se levantan las murallas de su reino. Allí se ha habituado a vivir en el tormento de los días y desde allí se oye su voz inclemente.

—No sé, no puedo, no quiero escapar de mi laberinto. No hay regreso ni reconciliación posible...

¡Ya no puedo, no se, no quiero volar a Icaria…!—

A Mar, Ana, Georgina, Silvia, Sonia, Glenda…

Gregorio Bermejo 17/5/011/