sábado, 25 de junio de 2016

Paseos con Lucía.


Por las mañanas: tu eres la primavera


A Lucía Censi
No camino solo, me acompaña el murmullo de tus recuerdos. Ha sido todo tan mágico y breve, tan súbitos los enlaces, tan pletóricos los misterios. Sólo han pasado unos segundos y me lo has dicho todo, al mirarte me he visto en ti, al ver  tu pelo dorado me he precipitado en su luz, el sentir la melancolía de tus ojos he visto que eran los míos, que por ellos he visto el color de las auroras, el verde de los prados y el devenir de los días. Ellos son los que he tenido siempre en el recuerdo y hacía siglos que los esperaba. En un tiempo lejano fuiste parte de mi cuerpo, la que me acompañó en los viajes del sueño y se perdió en la Cólquida o más allá de los Urales.

Los cabellos del río                  
Hicieron  de la noche                             
Una mortaja.     

En la oscuridad de los tiempos tu sombra me cubrió la cara por un instante y la noche de Lilit vino a mi y me dijo: -" ven, ¡amor! ven a mi cama-

Una memoria antigua me decía que escuchara sin recelos, que tu eras de luz y no la Gorgona de los ojos oscuros.
¡No, no, que le castraras! -le decía Gilgamés a aquel reclamo seductor.

Me quedé sin palabras en el lecho y sólo pude respirar tu aliento con fuertes bocanadas: una y otra vez hasta quedar rendidos. 
Tu fuiste más fuerte, tenías el vigor del día y apuraste el baso tres veces. Yo sólo pude susurrar...

Cómo respirar hoy             
Si el viento no trae
Perfume de nardos.

Una inmensa gruta absorbió mi memoria, la hundió en el pasado límbico donde el recuerdo se pierde en el laberinto de las emociones. Entrar en la gruta envuelto en una mortaja de seducciones.
Te decía: todo lo que tengamos que hacer ya lo hemos hecho, tu eres Medea, mi salvadora, mi calabozo fatal ornado con dulces recuerdos. Tu eres Calipso, la que me dio el amor y la libertad, eres Beatrice Portiari y la sombra de Eloísa.

   
Lucía Censi: la de las piernas de roca, los pechos de niña y labios de frutas frescas. Qué pasiones llegamos a vivir, que horrores nos acompañaron en aquel fatídico viaje: hoy sólo se pueden rescatar en el regreso a rincones ocultos de la memoria. Ahora nos reencontramos y tus labios me buscan, tu sexo es el mismo, un manantial cálido de jugos estelares. Lo reconozco, es el que dejó una llaga en mi memoria y no he podido restituir nunca. 
Hoy tus manos se dan en la caricia, tu cuerpo se abre como la primavera, pero tus nervios están alterados y no tienes la calma de otros tiempos. Sólo puedo decirte: serena tu corazón y libera la energía que ahora se encadena en una nueva realidad.

Añoro del sueño
Las fuertes piernas                          
De aquel mañana.             


Una aguja de luz abrió el cielo y los recuerdos volaron como estorninos. El vientre del horizonte se rompió el color del día me regaló un instante de paz y tu has venido como un remanso de calma. Unos pezones rosados y tensos se han posado en mis labios y han dejado caer unas gotas de dolor dulce, sedante y protector.

Con alfileres                                
Sus pechos de madre
Se desangraron.

Te sentías extraña y complacida dentro de tu esbelto cuerpo; en él eras el flujo de un sueño húmedo y placentero. Tus manos temblaban, tu voz se apagaba en el cuenco de las manos y las esperanzas y sueños llegaron a la ciudad de Kazan. Allí está el nudo de otro sueño: en la torre resuena el grito de la princesa Suyumbike, la que se arrojó desde lo alto por desamor: ¡o por amar demasiado! 
-Necesito la distancia para hacerme un espacio protector.- 
Con fuertes respiros bebo su aliento, una y otra vez recibo el aroma de su boca, los desaires de su pecho. No es nítido ese sueño: quizá busque la verdad entre las sendas de los Andes o en los desiertos y selvas lejanas de África.

Busco recuerdos                                     
Canción del ruiseñor   
La bella noche.



En los preludios de la partida se acariciaba la cintura con suavidad y se amaba con devoción permanente. Su cuerpo de náyade se cimbraba con los requiebros del viento y su mente se alejaba más allá de los Urales. Sus alma se balanceaba melancólica y dulce como los ríos en Siberia y en los instantes de gozo se transformaba en un cauce apasionado, en un torrente de flores silvestres.
Cada día dedicaba varias horas en maquillarse, cuidarse y disfrutar con sensualidad sus propios sentidos pero en aquella ocasión se puso zapatos altos, aretes de oro, collar de ornamentos vegetales y los labios de violeta. Se preparó para sentir los aromas orientales y decir adiós a los amores prohibidos. No tuvo el poder para controlar sus emociones y renunció al camino de los espíritus que navegan hondo. En la estación de Kazán, encontró en el suelo un relato que describía otro sueño, el mismo que vivió aquella mañana muy lejos de donde estaba. Lo firmaba otro Lucía Cency, escrito todo en un papel de hilo festoneado por una línea color café. El viaje se hizo en un arrebato de pasiones descontroladas, un silbido de lienzos y rumor de enaguas: los trenes empezaron la marcha y el lecho se hizo placentero con los dulces envites del amor.


Mil años pasaron
Y nos encontraron 
Entre jacintos  

Ante el espejo de una bola de ónix miraba sus ojos y veía en ellos la profundidad del cielo, la fuerza imparable del amor. Yo pensaba que el jugo de sus labios me alimentaba y que era un elixir que me ayudaba a mantenerme eternamente joven. No fue así y mis silencios aumentaron a partir de aquel día. Ahora sólo me queda pasear acompañado con su recuerdo y destilar lo que siento entre las flores silvestres.


La conocí por casualidad y pude observar el profundo ser que se ocultaba bajo su rostro. Fue un día de alegría, cuando contempló emocionada un río carmesí que se deslizaba por la imagen que proyectaba. Se subió en la alfombra de las estrellas, en un estudio fotográfico se abrió las puertas de la fantasía. Le llamó la atención aquello de disolverse entre aplausos, hacerse inmortal en el luminoso suceder de las miradas ajenas. Allí constató el poder misterioso de la imagen y la fuerza de sus proyecciones.
¡Fue el inicio de todo!

Entre los años
Nacieron las flores
Del camposanto. 
   

Miró de frente el sol radiante de los flashes; durante varias horas contempló sin parpadear su imagen glamorosa. Se sintió el centro del deseo, la luz de la esperanza, el perfume destilado de universos misteriosos. Por un instante fue la espuma dorada del mundo y su belleza quedó registrada en las láminas del secreto

Así continuó un viaje creador, un sueño de reflejos excitantes y en muy poco tiempo agotó todos los caminos que presentan los sentidos, uno a uno los fue borrando hasta quedar envuelta en una luz crepuscular, en un acto de resurrección.

Sola quedó en el rocío del aire…
¡En el leve rumor del río



Salir de las caricias, de los lazos del encuentro, de los besos en el alma con la luz de los ojos: ¡uff! todo aquello era un desprendimiento de sensaciones. En ellos se daba la consumación del destino, por este motivo no dejaban el pensamiento en libertad ni un instante. En aquel cruce de caminos los cuerpos quedaron unidos, los ojos uncidos y fijos al rostro y un calor intenso entró por la palma de la mano hasta quemar los pensamientos.

Por la mañana
Inició el retorno
Del argonasuta  
                                          


No nos permitimos ninguna reflexión que no fuera el fruto liberado de los impulsos, la luz de los ojos, el murmullo de la boca y rumor de los oídos. Teníamos presente que esos eran los únicos sensores de la existencia y dentro de ellos fluía el recuerdo perdido como un manantial eterno...

Ella me cabalgó dos veces, quizá tres: perdí el cuento. Después se asustó como una niña, sus manos buscaban la firmeza del cielo, sus piernas caminaban en círculo y su boca encontró las palabras olvidadas. ¡Qué hemos hecho! 
Le contesto. - Nada que no hubiéramos hecho miles de veces, no ves que eres el eslabón de siempre, mi cadena de los tiempos...-                   

Seguí caminando cada mañana y la luz de la primavera me trajo pequeños retales  enlazados al recuerdo: agradecido le envié unos versos con una métrica fija.
Lucía, la de los bellos senos, la de los labios de almizcle y piernas de jacinto: aqui te espero con una brasa caliente.
Después le digo:

En el pasado  
Un ruiseñor cantaba
Entre tus dedos.
             
Lucía la bella                  
me cubrió el cuerpo
con sus cabellos

Los recuerdos                                     
canciones de alondra   
vive la noche.

Mil años pasaron
Y nos encontraron 
Entre jacintos


Por las mañanas 
Se iniciaron los juegos                    
Interrumpidos

Por confusión
los cangrejos del río
Enrojecieron

Los cabellos del río                  
Hicieron de la noche                             
Una mortaja.     

Cómo respirar hoy             
Si el viento no trae
Perfume de nardos.

Añoro del sueño
Las fuertes piernas                          
De aquel mañana.              

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